dimecres, 15 d’octubre del 2014

Li donem veu a... Nadine Gordimer



Nadine Gordimer, va nèixer a la ciutat de Springs el 1923, de pare lituà i jueu i mare anglesa, i morí aquest juliol de 2014 a la ciutat de Johannesburg, on vivia.

A la seua joventut inicià estudis universitaris de literatura, els quals abandonà per la escriptura. Comencà escrivint articles periodístics per al diari The New Yorker i rel·lats curts que va publicar el 1949. En 1953 publicà la primera obra extensa encara que es va fer coneguda per al públic el 1974 quan li concediren el Premi Booker. L'any 1991, amb 25 anys, va rebre el Premi Nobel de Literatura.
Des del principi el tema del racisme i l'apartheid estan presents a la seua obra. Gordimer era firme partidaria de la abolició del apartheid i estava molt implicada en la política del país.

Un reflex d'això és aquest llibre que us recomenamen, La historia de mi hijo, publicada el 1991 (Ediciones B).
Amb el rerefons del conflicte sudafricà entre blancs i negres, Will, un jove de color, possa veu a la narració i ens conta sobre la seua familia, en concret, sobre el seu pare i la seua amant Hannah, una blanca tan implicada com el seu pare en la defensa dels drets de la població negra. Així història social i personal es fundeixen per atrapar al lector en una lectura que ens trasllada a la Sudafrica del apartheid.

Així comença...

"¿Cómo lo descubrí?
Yo lo estaba engañando.
Noviembre. Tenía permiso escolar, porque dos semanas antes d elos exámenes los alumnos de las clases superiores estábamos autorizados a quedarnos en casa para prepararnos. Decía que iba a trabajar con un amigo a casa de otro amigo y me metía en un cine. Hacía sólo uno o dos años que podíamos entrar en los cines. Era pues una doble libertad la que me permitía: perder de vista los libros y sentarme en una de las butacas de falso terciopelo marrón del cine de un barrio de blancos (...). Allí estaba mi padre. Lo vi antes que él reparara en mi. Nos quedamos plantados mientras los demás cruzaban por nuestro campo de visión. Entonces vino hacia mi con ella, con el talante aturdido de la gente que emerge a la luz del día al salir d ela oscuridad del cine.
- ¿Te acuerdas de Hannah, verdad? - dijo él.
Y ella se me acercó esbozando una sonrisa crispada para distraer la mirada que yo tenía fija en mi padre, pues estaba concentrando en el él un alud de preguntas y evidencias, de credulidad y de consternación que tensaba la piel de mis mejillas y me daba la sensación de que una oleada de agua fría me iba anegando hasta el cuello.
- Hannah Plowman. Claro que nos conocemos - se apresuró a decir la mujer."

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